Catorce Armas para Vencer la Lujuria

Catorce Armas para Vencer la Lujuria

Debajo encontrarás un fragmento tomado del libro Venciendo La Lujuria. Las catorce “armas” para combatir contra la lujuria descritas debajo están divididas entre dos capítulos en el libro para facilitar el dialogo sobre el tema. También agregamos el tema en bitácoras al mismo tiempo que agregamos esto a la página. 


Capítulo 6—Armas para Vencer la Lujuria (Parte 1)

Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo,  (2 Corintios 10:3-5)

Reto: Nuestro Señor ha proporcionado el medio para que tú “renuncies a la impiedad y a los deseos mundanos” (Tito 2:11). “El instruye a los pecadores en Su camino.” El te está instruyendo en el camino que debes seguir y debes responder a su instrucción y no ser como el “el caballo o la mula, que no tienen entendimiento.” Su intención es que cada uno de tus pensamientos sea llevado “cautivo a la obediencia de Cristo Jesús.”

Muchos de nosotros fuimos dominados por el hábito pecaminoso de la lujuria cuando primeramente llegamos a Cristo. Algunos que son Cristianos desde hace mucho tiempo—como yo hasta los últimos años—también han permitido que eche raíces. Sabemos que en ocasiones algunos pecados serios se caen como escamas y ya no mantienen poder. Hay muchos ejemplos de tales liberaciones inmediatas. Sin embargo, esto no es lo normal; especialmente cuando se trata de pecados como la lujuria que son tenaces y fáciles de ocultar.

No podemos permanecer quietos en nuestro caminar Cristiano. Estamos avanzando hacia la justicia o retrocediendo hacia el pecado. Nuestro caminar no está supuesto a ser una caminata sin rumbo, sino un movimiento intencional hacia adelante. La escritura describe esto en términos militares. Nuestro caminar debe ser semejante a una campaña sostenida que procura traer una parte cada vez mayor de nuestras vidas bajo el dominio del Reino de Dios.

No es simplemente un factor de decidir parar la lujuria. ¿Qué tan frecuentemente decimos, “No volveré a hacer eso?” El pecado que ha tomado residencia dentro de nosotros no es fácilmente removido. Nuestra batalla no es “carnal” o física en su naturaleza. En cambio, estamos involucrados en una batalla espiritual que requiere de armas adecuadas para la batalla. Confiar en nuestras habilidades o las soluciones del mundo no conducirán al éxito.

Reto: Hasta que el pecado ya no te domine, tu corazón, alma, mente y fortaleza no pueden estar apropiadamente centradas en amar a Dios. Es esencial ganar esta guerra si pretendes complacerle a Él. Cobra ánimo. Nuestras “armas” son “poderosas en Dios” y provienen de Él. El generosamente te ha armado para la tarea de llevar “cada pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo.” No te limites ante esta idea, ni minimices la importancia que tiene en tu vida y en la voluntad de Dios para ti como Su hijo. Si te encuentras atrapado en el pecado de la lujuria y lleno de excusas y objeciones, entonces debes ponerte a trabajar. El hecho de que regularmente estás entreteniendo pensamientos sexuales y complaciendo la pasión de la lujuria demuestra que estás firmemente cautivo en territorio enemigo. Tomará pasos intencionales y el poder de Dios para obtener la libertad y establecer victoria sobre la lujuria en tu vida.

Catorce Armas 

Yo tengo las catorce armas a continuación pare ser efectivo en vencer la lujuria. Algunas de estas fueron más importantes durante diferentes etapas de la guerra. Encontrarás que algunas son más útiles y aplicables que otras en tu situación. Cada uno de nosotros tenemos diferentes habilidades, oportunidades y estamos atraídos por diferentes caminos. Esto es como debe de ser, aún cuando procuramos complacer a Dios. Nuestra nueva vida no está completamente regimentada. En Él—siguiendo Su camino—hay libertad, poder y Su presencia creadora con cual interactuar. Sin embargo, la Palabra de Dios es clara acerca de cómo debemos tratar con el pecado. Debemos de acatar lo que Él nos enseña.

Yo llamo a lo siguiente “armas”, porque creo que eran a lo que Pablo se refería en 2 Corintios como “las armas de nuestra guerra”. Cada una es un conducto específico hacia la victoria. En aplicar todo esto, ayuda tener en mente lo que Pablo le dijo a los Efesios, “Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.” “corrompidos” o siendo “renovados”. Utilizar cada una de estas armas requiere ponerse o (Efesios 4:22-24). La“conducta” que escogemos determina si estamos creciendo quitarse ciertos tipos de “conducta”.

Recurriendo a estas armas, podemos escapar de la porquería de la lujuria y entrar en la “verdadera justicia y santidad”.

1) Comprendiendo la Meta Claramente 

“Ustedes saben cuáles son las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús. La voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten de la inmoralidad sexual; que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa, sin dejarse llevar por los malos deseos como hacen los paganos, que no conocen a Dios;” (1 Tesalonicenses 4:2-5)

Reto: ¿“Sabes”? Debes saber precisamente cual es “la voluntad de Dios” si tienes esperanza de alcanzarla. Su voluntad para nosotros es nuestra “Santificación”—la continua obra de Dios en nosotros que nos hacen más como Cristo. Esto requiere saber cómo seguir adelante sin vivir en la “pasión de la lujuria”.

No debe caber duda con respecto a los que Pablo se refería como “instrucciones” que dieron de “parte del Señor Jesús” en lo relacionado a la inmoralidad sexual. Pablo se basaba en la específica enseñanza de Jesús y no la consideraba ambigua. El escribe mucho acerca de la lujuria y sin duda enfatizó—como lo hizo Jesús—que no debemos codiciar en el corazón. Si Pablo o alguno de los otros discípulos hubiesen conocido un mandamiento menos preciso o demandante de parte de nuestro Señor Jesús, sin duda lo hubiesen compartido. Cuando la lujuria es un pecado dominante en nuestras vidas, se mantiene al frente y al centro como un obstáculo hacia nuestra santificación.

Si somos tan tontos o enseñados de manera tan inapropiada, que abandonemos o diluyamos lo que Jesús enseñó, careceremos del conocimiento crítico necesario para vivir nuestras vidas de una forma agradable a Dios. Nos convertimos en soldados sin una misión, atletas sin una estrategia de juego y exploradores sin un compás.

Dallas Willard describió un formato tripartito para lograr cambio en nuestras vidas llamado VIM. Las letras en VIM representan Visión, Intención y Medio.8 Cada una es necesaria. Sin embargo, comprender la meta o visión de lo que debemos alcanzar es el inicio esencial.

Anteriormente expliqué cómo entendí la posibilidad de la pureza sexual. Este conocimiento formó la base para el cambio en mi vida. Mi irresponsable manera de pecar fue el resultado de la ignorancia, no comprender lo que la Palabra claramente enseña acerca de la voluntad de Dios para mí en esta parte de mi vida. Cuando se trata de la pureza sexual, nuestras órdenes de marcha son claramente que evitemos cada emoción sexual ilícita. Tal claridad es fundamental. Cualquier tipo de pecado necesita ser reconocido instantáneamente. Cuando nos apresuramos por la autopista de la vida en una neblina, inevitablemente cruzaremos la línea y nos lanzaremos hacia el tráfico que se aproxima.

2) Despreciando y Lamentando Mi Pecado 

“…¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza.” (Santiago 4:8-9)

Al inicio de mi lucha para vencer las poderosas ataduras de la lujuria, la seriedad extrema de ser cautivo por este pecado debía ser impresa en mi mente. Honestamente, yo pensaba que cuando yo supiera lo que estaba sucediendo yo me repondría rápidamente. Yo fallé en observar que el tema esencial para cualquier creyente con respecto al pecado es determinar si continuará o no en ese pecado. Desafortunadamente, como otros que son atrapados, yo tendía a minimizar lo que yo permitía y sobre lo cual yo no establecía control argumentando, “¿Cuál es la gran cosa?” Esta falta de pesar y repugnancia por el pecado pavimentó el camino para más pecado. El mundo e incluso la mayoría de Cristianos pueden minimizar la emoción sexual ilícita común, pero nosotros no debemos unirnos a esto.

Mis faltas eran dolorosamente comunes cuando comencé a caminar en la dirección correcta. Sin embargo, cada una demandaba la misma atención y lamento. Este es un proceso sumamente confrontante y humillante. Yo rápidamente encontré los límites de mi propio poder y habilidades. Pero incluso en los momentos cuando tropecé—y aún tropiezo—siempre podía extender mi mano hacia mi Salvador para alcanzar perdón y fortaleza. Él lo ha hecho maravillosamente posible que nosotros podamos escapar la debilitante y putrefacta “corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos” (2 Pedro 1:4).

No desviarme de la seriedad de mi pecado causó que me volviera agudamente apercibido de que cada vez que tropezaba, mi pecado me hería y me causaba cicatrices nuevas. Estamos engañados si pensamos que el pecado no es una fuerza que corrompe y que podemos seguir adelante sin causar daños. Un verdadero aborrecimiento y lamento proviene de esto, “Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte.” (2 Corintios 7:10).

Hacemos bien al lamentarnos si nos rendimos a la lujuria. Considera el daño que este pecado trae a nuestras vidas y a las vidas de aquellos que nos rodean. Igualmente, considera el derroche de oportunidades para ser productivos y efectivos en el Reino. Más aun, debemos permanecer siempre conscientes de que nuestro pecado le causa tristeza a Dios. (Efesios 4:17-32).

3) Confesando Mi Pecado y Buscando El Perdón

“Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad .” (1 Juan 1:9) “ iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al SEÑOR; y tú perdonaste la culpa de mi Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi pecado. (Selah) Por eso, que todo santo ore a ti en el tiempo en que puedas ser hallado;” (Salmos 32:5-6)

Yo busqué el perdón de Dios constantemente, casi de continuo, cuando comencé a seriamente batallar contra la lujuria. Yo descansé en saber que esto no desagradaba a Dios. El profeta Jeremías preguntó porqué sus compatriotas no buscaban al Doctor y el bálsamo de Galaad para recibir sanidad y recuperación (Jeremías 8:22). ¿Debemos ser cuestionados de la misma manera? ¿Existe realmente alguna otra solución?

Es precisamente cuando estamos luchando intensamente para liberarnos del pecado habitual que debemos tornarnos rápidamente a Dios. El desea perdonarnos y “limpiarnos de toda injusticia.”

4) Arrepintiéndome de Mi Pecado

“¿O tienes en poco las riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4) “El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y los abandona hallará misericordia.” (Proverbios 28:13)

Considera los atributos de nuestro Dios y Salvador misericordioso—“Su bondad, tolerancia y paciencia.” Nosotros no podemos comprender Su amor por nosotros. ¿Nos atreveríamos a “tener en poco” Sus riquezas al no arrepentirnos? ¿Nos atreveríamos a encubrir nuestros pecados?

El arrepentimiento va más allá de meramente parar lo que estamos haciendo. También incluye activamente tornarnos y dirigirnos en la dirección correcta. En el pasado, mi práctica era buscar perdón sin arrepentirme efectivamente. No fue hasta cuando finalmente comprendí que el pecado innecesario y destructivo de la lujuria en mi corazón no debía continuar que pude efectivamente arrepentirme de él.

Inicialmente, esto era principalmente una acción tipo “no hagas esto”. Al fortalecerse mi caminar Cristiano, esto se volvió un caminar más completo y pleno con Dios. Ya que yo estaba ejercitando el poder dado a mí para resistir el pecado, me permitió caminar en santidad. Pablo, con su imagen descrita en palabras acerca de dejar al hombre viejo con todas sus faltas y vestirnos del hombre nuevo, capta este proceso perfectamente.

Reto:El pecado habitual puede agobiar por una temporada y mantener un agarre tenaz sobre ti mientras te hiere e infecta, pero el tratamiento es el mismo cada vez que tropiezas. Debes arrepentirte. Arrepentirse incluye rendir tus antiguos caminos y pensamientos. ¿Estás preparado para hacer eso?

5) No Proveyendo Para El Pecado

“…sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”. (Romanos 13:14)

Pablo entendió y explicó el pecado como ningún otro escritor; sin duda, ya que él mismo había sido un pecador excepcional—“Yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). Al singularizar el concepto de “provisión,” —proveyendo para algo por adelantado—él directamente resaltó las travesuras tramposas en las que el pecado de la lujuria prospera. Mientras era esclavo de la lujuria, patéticamente anticipaba las oportunidades para alimentarle. Esto requería cierto nivel de planeación y anticipación. Pablo habla directamente en contra de este proceso de planeación.

Es probable que no me admitiera a mi mismo que yo escogía una película, ruta, publicación, página de Internet, búsqueda de Google o un programa de televisión porque me ofrecía oportunidad para la lujuria, pero esa es exactamente la forma en que un esclavo de la lujuria toma decisiones. De hecho, la preparación para y la anticipación de la lujuria es una parte integral de su atractivo. Esperar con ansias poder satisfacer nuestros deseos malvados ofrece su propio placer independiente y debe ser tratado en su propia forma. Debemos matar la tentación anticipada—cuidadosamente evitando las situaciones donde sabemos que estamos más propensos a satisfacer las demandas de deseos malvados.

Como ejemplo de esto, prácticamente he abandonado las ofertas de entretenimiento público presentadas por la televisión y otros medios. Afortunadamente, Marsha está de acuerdo con esto. Cuando diligentemente nos rehusamos proveer para el pecado, no le es posible sostener su poder.

6) Huyendo de La Tentación y Resistiendo El Primer Impulso A Pecar

 “Huid de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo.” (1 Corintios 6:18) 

Aunque yo dejé el camino más transitado, todavía estoy propenso a emboscadas por tentación. Esto es inevitable y esperado. Sin embargo, tales emboscadas no conllevan el mismo peligro, poder o atracción que algún día tuvieron. Mi defensa es instantáneamente retroceder de ellas. Tal respuesta es posible porque mi corazón y mente no han sido cubiertas con capa tras capa de pecado. La nueva lujuria no echa raíces.

Yo no alego que haya desarrollado ninguna habilidad especial o fortaleza para soportar la tentación. La lujuria es un pecado tan poderoso y repentino que puede adherirse muy rápido. No hay nada que obtener con probar mi fortaleza o habilidad para resistir. En cualquier caso, la batalla siempre es iniciada y decidida al primero impulso a pecar. ¿Me rendiré o me tornaré? La historia de José huyendo de la tentación de la esposa de Potifar es un buen ejemplo de esto. (Génesis 39). Dada la oportunidad de tornarnos, esta debe ser nuestra primera línea de defensa. Una prueba temeraria de nuestra fuerza crea un campo desproporcionado para el cual no estamos equipados. Huir físicamente, cuando sea posible, y ciertamente dentro de las meditaciones de nuestros corazones, es la única estrategia efectiva. Esto puede ser equivocadamente confundido con una señal de debilidad. En cambio es simple obediencia. ¿De qué mejor forma podemos obedecer el mandato que nuestro Salvador nos dio?

Huimos al rehusarnos a permanecer física, visual o mentalmente enfocados sobre aquello que puede convertirse en pecado. Comprender la mecánica de la lujuria y que no es inevitable o forzada sobre nosotros por la forma en que Dios nos diseñó, nos mantiene agudamente conscientes de que el pecado no puede desarrollarse a menos que se lo permitamos. Si obedecemos en este aspecto—actualmente haciendo aquello que se nos dijo que hiciéramos— actúa como evidencia práctica de nuestra relación con Cristo. “Y en esto sabemos que hemos llegado a conocerle: si guardamos sus mandamientos.” (1 Juan 2:3).

“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” (1 Corintios 10:13).  El comentario de Pablo parece ridículo para aquellos que consistentemente se rinden ante la emoción sexual ilícita, pero para aquellos que conocen el pecado inicial de la lujuria en el corazón y comienzan a actuar en la forma que Dios desea, resulta ser verdadero y confiable.

Es por medio del “escudo de la fe” que podemos “apagar todos los dardos encendidos del maligno.” (Efesios 6:16). Nuestra fe no es auto-generada o auto-dirigida, sino que proviene de Dios y está en El. Al aprender a confiar plenamente en nuestro Salvador y en las instrucciones que El estableció para nosotros, automáticamente retrocederemos del pecado como El nos advirtió. Jesús sabía que aprender a hacer esto podía ser difícil y por ende provee abundante ayuda. “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad,” (Juan 14:15-17).

7) Reconciliando Relaciones

“Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia.” (Efesios 5:28-29)

Cuando pecamos no solamente desagradamos a Dios y nos hacemos daño a nosotros mismos; también les hacemos daño a los demás. En mi caso, le causé mucho dolor a mi amada esposa de muchos años. Ella completamente esperaba que yo viviría de una forma que agradara a Dios y el hecho de que me rendí ante la lujuria fue doloroso y dañino para ella y nuestra relación.

El libro de Joe Dallas, La Estrategia del Juego (The Game Plan), hace un excelente trabajo describiendo tal daño y sugiriendo acciones apropiadas de parte de los esposos en el proceso de reconciliación. El explica que las esposas cuyos esposos sucumben ante el pecado de la lujuria pueden perder la confianza con respecto a aquellas cosas sobre las cuales basaron su matrimonio, su atractivo físico, su inteligencia al elegir un hombre así y hasta su fe en un Dios que le permitiría entrar en tal relación. 9

Como la mayoría de los hombres, yo prefiero seguir adelante y no mirar hacia atrás. El pecado de la lujuria es aislante, endurece el corazón y es egoísta. Además, los aspectos “emotivos” de la vida no surgen naturalmente para mí. Sin embargo, nuestro Dios se revela a sí mismo como supremamente relacional y espera que seamos “tal y como” El es en este aspecto. Aprendiendo como amar sacrificialmente y haciendo todo lo posible para reconciliar y traer sanidad a una relación matrimonial es evidencia de que un carácter semejante al de Cristo está siendo forjado en nosotros. “Tal y como” El es, gentil, humilde, compasivo, nutriente, cariñoso y amoroso hacia nosotros, así debemos demostrar estas mismas características hacia nuestras esposas.

En muchos aspectos de la misma manera, debemos reconciliarnos con cualquier otra persona— tal como en nuestra familia—quienes son lastimados por nuestro pecado.

 

Capítulo 7—Armas para Vencer La Lujuria (Parte 2)

 “Olvida los pecados y transgresiones que cometí en mi juventud. Acuérdate de mí según tu gran amor, porque tú, SEÑOR, eres bueno. Bueno y justo es el SEÑOR; por eso les muestra a los pecadores el camino.”  Salmos 25:7-8

En este capítulo, continuamos examinando los recursos dados a nosotros por nuestro Señor para vencer la lujuria. Debemos permanecer siempre agradecidos de que El “les muestra a los pecadores el camino” y seamos prontos en tomar la instrucción.

8) Regocijándome en Mí Esposa 

“Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del SEÑOR; él examina todas nuestras sendas.”

(Proverbios 5:15-21)

La mayoría de nosotros deseamos un matrimonio monógamo y amoroso. Sin embargo, aquellos que permiten la lujuria en sus vidas—antes o después de casarse—sucumben ante un cáncer que inevitablemente daña o destruye su habilidad de alcanzar o mantener tal relación.

Muchas parejas casadas están infelices sexualmente con algunas buscando consejería profesional por este motivo. Con respecto a esto, la exhortación de Proverbios más arriba contiene todos los consejos necesarios. Yo tengo un cliente que es terapeuta sexual y he compartido algunas partes del material de este libro con él. Aunque su práctica no es enfocada en Cristianos o practicada desde un enfoque Cristiano, el está completamente de acuerdo con que cuando hombres—y mujeres—aman correctamente a su pareja y enfocan toda su energía sexual solamente en ellos, no tienen necesidad de Viagra, fantasías o terapia sexual.

Las imágenes escritas en este pasaje—“fuentes, corrientes de agua, manantial, un pozo”—son ricas y dignas de mucha contemplación. El agua es una preciosa mercancía en el clima desértico de Israel y el afecto que compartimos con nuestras esposas es también intensamente valioso y supuesto a ser igualmente refrescante.

Paul Newman, algunas veces descrito como el hombre más sensual de su generación, fue sumamente admirado por su devoción a su esposa de muchos años, Joanne Woodward. Su famoso consejo respecto a la infidelidad hace eco de Proverbios, “¿Por qué salir a buscar una hamburguesa cuando tienes filete en casa?” Merendar golosinas visuales todo el día nos arruina el apetito por la cocina cacera.

Nuestra pasión sexual está diseñada para enfocarse dentro de una relación que “Dios ha unido” (Marcos 10:9). Este es el único escape Bíblicamente aceptable para altos niveles de deseos sexuales y por ende el único enfoque que tiene esperanza de proveer satisfacción duradera. Yo puedo atestiguar que avivar esto en nuestro matrimonio ha sido un extraordinario gozo y gran bendición. La calidez, intimidad y confianza de una relación comprometida y sin distracciones, forman una incubadora para el verdadero placer sexual y un amor romántico duradero.

Si utilizamos mal las capacidades sexuales diseñadas y provistas por Dios, no debemos esperar que todo esté bien al paso del tiempo. Rendirse constantemente a la emoción sexual ilícita dañará nuestras vidas, así como encender la ignición de un auto incesantemente arruinaría a ese vehículo.

9) Desarraigando Todo Orgullo Espiritual

“Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer”. (1 Corintios 10:12)

Mientras alguien está vencido por el pecado habitual la respuesta natural es sentir culpabilidad. Cuando la culpabilidad pasa y comenzamos a obtener la victoria, debemos guardarnos de la falsa confianza. Hubo momentos, especialmente al inicio, cuando esto surgió y me causó tropiezos. Es decepcionante y sorprendente como continúo siendo perturbado por la tentación a veces y hasta tropiezo.

Siempre tengo que recurrir a las armas descritas aquí y nunca esperar ser infalible aunque la lujuria ya no me tiene entre sus garras. Sin embargo, es incomodo escribir un libro como este. Francamente, puede ser interpretado como una forma de alardear. “¿Quién se cree el que es? ¿El se cree que lo tiene todo resuelto?”

Sentirse engreído acerca de la victoria sobre el pecado o sugerirnos a nosotros mismos que hemos establecido un auto-control excepcional es tonto en muchos niveles. Para comenzar, debemos “regocijarnos en Cristo Jesús, y no tener confianza en la carne” (Filipenses 3). No podemos esperar victoria sin confiar completamente en que Dios nos librará.

Las continuas deficiencias en mi caminar Cristiano también son un recordatorio constante de cuanto más debe ser hecho en mi vida. Mirar hacia atrás de donde inicié y compartir con otros que están en ataduras similares o peores, también ayuda a mantener el orgullo aplacado.

Adicionalmente, me avergüenza constantemente descubrir que muchos hombres Cristianos nunca han tenido problemas similares a largo plazo con la lujuria. Nunca se convirtió en un pecado dominante en ellos. Esto me recuerda que yo nunca debí sumergirme tan profundamente en primer lugar, al igual que malgastar tantos años en el pecado. Finalmente, constantemente reafirma que mi condición como esclavo de la justicia es un buen antídoto para el orgullo. Yo no me pertenezco. He sido comprado por un precio.

Las constantes advertencias en las Escrituras que nos motivan a “prestar atención”, “estar precavidos”, “permanecer firmes” confirman que nunca debemos ser complacientes o poner la confianza en nuestras propias habilidades. “Dios se opone a los orgullosos pero dá gracia a los humildes.” (Santiago 4:6).  Humildad en Su presencia es la única respuesta razonable. El orgullo revela ignorancia de la realidad. “Dirige en la justicia a los humildes, y les enseña su camino.” (Salmos 25:9). La falta de humildad desvía nuestra habilidad para aprender y crecer.

10) Continuando en Oración

“Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.” (Mateo 26:41)

La oración resalta como la expresión más directa de estar en Cristo. Es a través de la oración que confesamos nuestros pecados, buscamos perdón, adoramos a Dios y expresamos nuestras necesidades. Cuando permanecemos en Cristo y Su palabra permanece en nosotros, nuestras vidas internas toman forma como una continua conversación con Dios.

Nuestra intención debe ser “orar sin cesár” (1 Tesalonicenses 5:17). Ya que el pecado interno de la lujuria no me controlaba, la idea de permanecer incesantemente en oración se volvió razonable y apelaba a mi vida espiritual renovada, especialmente en las vigilias de la noche. Al orar continuamente, nuestros deseos más internos se tornan a complacer a nuestro Salvador y deseamos conducir nuestras vidas como El espera. Ten confianza en que Dios escucha nuestras oraciones y desea respondernos. “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá.” (Juan 15:7).

Jesús dedicó tiempo extenso a la oración e intimidad con Su Padre. El enseñó a Sus discípulos a hacer lo mismo. Debemos ver la oración concisa del Señor como un modelo. Contiene todos los ingredientes diferentes encontrados en una oración efectiva. Al personalizar y elaborarlas, podemos cubrir nuestra propia situación—“perdona nuestros pecados”; “libranos del mal”; “hágase tu voluntad”; “danos hoy nuestro pan de cada día.” 

Mientras la victoria se hacía realidad en mi vida, encontré que mi vida de oración naturalmente se hizo más intensa y significativa. Yo había estado tontamente, pero necesariamente tratando de ocultarme de Dios mientras sufría de la culpabilidad del pecado habitual. En vez de vivir en el Espíritu, había estado viviendo en la carne. Considera la oración de David en Salmos 19. Es muy probable que pudiera haber estado luchando con la lujuria al escribir esto:

 “¿Quién puede discernir sus propios errores? Absuélveme de los que me son ocultos. Guarda también a tu siervo de pecados de soberbia; que no se enseñoreen de mí. Entonces seré íntegro, y seré absuelto de gran transgresión.” (Salmos 19:12-13) 

Reto: Como David, tu oración debe ser que Dios te “absuelva” y te mantenga lejos del “pecado de soberbia” de la lujuria, para que no se “enseñoree” de ti.

No debemos de frustrarnos o avergonzarnos cuando nosotros “no sabemos que pedir” al orar. No importa si nos vemos a nosotros mismos como débiles o fuertes en la fe, permanecemos limitados en nuestros talentos e ignorantes acerca de las posibilidades. Por eso es que el Espíritu y Jesús mismo interceden efectivamente por nosotros ante el Padre. (Romanos 8:26, 34).

11) Manteniendo Transparencia con Otros Comprometidos A Ayudar

Por tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados. La oración[a] eficaz del justo puede lograr mucho. (Santiago 5:16)

Esta no era una batalla que debía pelear solo. Muchos otros están atravesando las mismas luchas y yo necesitaba su ayuda.

Mi liberación surgió con la ayuda esencial de hermanos Cristianos. Haberme vuelto intencionalmente transparente con respecto a este tema, que es discutido tan infrecuentemente, resulto en muchos tipos de bendiciones. Compartir de una manera tan deliberada solo puede tener éxito cuando estamos enfocados en obtener la victoria y buscar una pureza que se alinee con lo que Dios espera. Recibiendo oración, orando por otros, confesando fracasos, admitiendo luchas y buscando la verdad de Dios son todas posibles cuando esto sucede.

Reto: Pídele a Dios que te guíe a otros que tienen un deseo similar por santidad. La lujuria se desarrolla más fácil en la oscuridad. Exponerla a la luz desinfla una gran parte de su poder. Puedes recibir ayuda y ayudar a otros si extiendes tu mano y conectas dentro del Cuerpo de Cristo.

12) Dirigiendo Nuestros Pensamientos Apropiadamente

“Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes.” (Filipenses 4:4-9)

Nuestras mentes son increíblemente potentes y adaptables. Podemos utilizarlas para lograr mucho bien o mucha maldad. Por ende, debemos decidir cada día y cada momento cómo dirigiremos nuestros pensamientos. Jesús vino a liberarnos de aquellos pecados que secuestran nuestras mentes y corazones. Permaneciendo en El, ya no necesitamos usar nuestras mentes para propósitos pecaminosos. Nos volvemos muy conscientes que hacer esto es una forma directa de desobediencia que nos guiará a más pecado. Dios se preocupa profundamente por esta parte vital de nuestro ser.

Cuando El nos llama a cada uno de nosotros a “amarlo con todo” nuestro corazón, nuestra mente, alma y fuerzas es una invitación a los lugares más íntimos del Dios Todopoderoso para que podamos ejercitar capacidades y obtener una idea de las actividades que nos absorberán por toda la eternidad. No debemos descuidar o perdernos esta magnífica oportunidad. Al ser liberados de nuestra esclavitud a los deseos malvados, somos hechos libres para meditar en “todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio”.

Nuestros pensamientos y deseos son limpiados gradualmente mientras diligentemente resistimos la tentación de permitir adulterio en nuestros corazones— sabiendo que aquí es donde los pensamientos malvados y deseos mal-dirigidos nos llevaron en el pasado. Debemos consciente y diligentemente llenar el vacío que permanece—por haber abandonado la lujuria—con aquello que nos nutrirá y fortalecerá.

Cada día somos ofrecidos un “cuerno de la abundancia” de opciones con respecto a lo que podemos leer, observar y pensar. Tenemos la televisión, computadoras, radio, material impreso, tocadores mp3 y ahora teléfonos inteligentes para forzar información e imágenes profundamente en nuestras mentes y corazones. Es importante que seamos selectivos y sobrios en la forma que usamos estos juguetes, sabiendo que el enemigo está ansioso por usarlos para nuestra destrucción.

13) Meditando Sobre La Palabra de Dios 

“En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti.” (Salmos 119:11)

En el proceso de vencer la lujuria y aprendiendo a mantenerme en Cristo, he encontrado que meditar en la Palabra de Dios sobresale como el arma más poderosa y permanente. De hecho, memorizar Las Escrituras y trayéndola a la memoria durante el día se ha convertido en una práctica transformadora fundamental.

Al haber hecho de la Palabra de Dios mi meditación primordial, he encontrado que me cautiva de una manera comparable a como la lujuria lo hizo en un tiempo. En vez de usar mi imaginación y pensamientos internos para pecar, están siendo tornados a considerar activamente los “indescifrables juicios” de Dios (Romanos 11:33).

“La palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos.” (Hebreos 4:12). Esta efectiva y exquisita arma afilada por el Espíritu e impartida por medio de Sus fieles santos, inevitablemente hará su obra en nosotros si nos sumergimos en ella. (El tema de memorizar y meditar en las Escrituras es cubierto en el siguiente capítulo.)

14) Persistiendo en Santidad

“No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:12-14)

“El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos.”(Gálatas 6:8-9)

Persistencia y consistencia en mantener nuestro caminar en el Espíritu es un componente necesario de nuestra guerra contra el pecado destructor. A través de la historia de la Iglesia, ha habido aquellos que han declarado cierto nivel de victoria sobre la lujuria sexual y luego “se han desviado de la fe” (1 Timoteo 6:9-10).

Esto no debe sucedernos a nosotros. Nunca debemos bajar la guardia y permitirle al pecado que nos cargó tan pesadamente en el pasado que nuevamente establezca una brecha. Las prácticas como las descritas aquí crean un círculo virtuoso. Cada una se alimenta de la otra. Las malas hierbas en el jardín a penas brotan antes de ser arrancadas. Esto permite que una cosecha de buen fruto se desarrolle. La elección está clara. Nos convertiremos en “esclavos de la santidad” o nos deslizaremos a las ataduras del pecado habitual de una forma u otra. (Romanos 6:19).

Convertirnos en esclavos de la santidad es un asunto inconcluso de tiempo completo. Es como se desarrolla la madurez en la fe en la vida de cada seguidor de Cristo. Si en cambio nos convertimos en esclavos del pecado, no hay una conclusión rápida o una formula sin esfuerzo que nos cause tornarnos en el camino. Requerirá el uso diligente de las armas descritas aquí para tornarnos en esclavos de la santidad.

Otros Pasos 

Mientras consideras las catorce armas presentadas aquí, otros métodos pueden venir a la mente que pueden asistir efectivamente en traer pureza a tu vida. Mencionaré unos cuantos más que son dignos de consideración.

Ayuno: Ayunar—dejar alimentos y/o bebidas por un periodo de tiempo—fue practicado por Jesús y luego por sus seguidores a través de la historia. Esta disciplina de perturbar nuestra rutina y forzar nuestra atención a las cosas de Dios es bastante difícil. Aunque no soy muy experimentado en esto, lo he implementado un poco y encontré que ayuda y transforma, especialmente cuando encuentro alguna dificultad y debo tomar decisiones difíciles.

Servicio: Otra disciplina es la de tornar nuestra atención al servicio de los demás. Esto es más una regla general y no directamente enseñada como un método de vencer el pecado. Sin embargo, ya que la lujuria que hemos practicado era auto-dirigida, nuestra habilidad y deseo de servir a otros se convierte en una opción más natural de ahora en adelante. La encontrarás especialmente gratificante al utilizar cualquier nuevo conocimiento o éxito reciente con respecto a vencer la lujuria al conversar o ayudar a otras personas con respecto a este tema perturbador.

No hay razón para tratar esto de forma mecánica. Al final es el Espíritu de Dios quien trabaja en y a través de nosotros para lograr Su buena voluntad. Sujetarnos a Sus deseos para nosotros inevitablemente causará cambios positivos y radicales en nuestras vidas de muchas formas.

Reto: Las armas descritas aquí pueden ayudarte si estás luchando para vencer la lujuria en tu vida. Inicialmente, la batalla puede ser amarga y desalentadora. Cobra animo; mira hacia ese momento cuando la victoria puede ser justamente reclamada y celebrada.

 


 

[i] Dallas Willard, Renovation of the Heart, pp.85-90

[ii] Joe Dallas, The Game Plan, (Nashville, Tennessee: W. Publishing Group, 2005), p. 85-90