Venciendo al Pecado Interno – Romanos 6-8

Hace años, escribí un artículo que exponía muchas de las ideas en este artículo mucho antes de que pensara en escribir un libro. Lo compartí con un teólogo reconocido que ha escrito muchos libros con la esperanza de que él corriera con él. Las ideas me parecieron frescas y sentí que este mensaje debía propagarse. Me sorprendió y agradó que este autor realmente se tomara el tiempo para interactuar conmigo y decirme que le gustaban mis ideas. También dijo que dado que el Señor había puesto estas ideas en mi corazón, que yo debía ser el que escribiera un libro al respecto. Eso plantó una semilla de la cual el resto de lo que he hecho en esta área ha crecido.

Creo que es crítico para cada Cristiano aprender y aplicar las enseñanzas de Pablo en Romanos 6-8. Tres capítulos del libro “Venciendo la Lujuria” están dedicados a este enfoque y mucho más puede ser escrito al respecto. Lo siguiente es reproducido de esos capítulos como encontrados en una de las primeras versiones del libro. 


El Pecado Interno de Pablo 

¿Entonces lo que es bueno vino a ser causa de muerte para mí? ¡De ningún modo! Al contrario, fue el pecado, a fin de mostrarse que es pecado al producir mi muerte por medio de lo que es bueno, para que por medio del mandamiento el pecado llegue a ser en extremo pecaminoso. Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena. Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? Romanos 7:13-24

“Lo que aborrezco, eso hago.” Esta frase y la impresionante e intensa confesión que lo rodea, refleja precisamente la manera en que yo me sentía mientras estaba abrumado por el pecado de la lujuria. Yo sé que no estoy solo en esto. Muchos otros también se identifican con este pasaje estando tanto confundidos como frustrados por el abrumador pecado, que Pablo describe solo aquí como “pecado que mora en mí.” Es posible que tú también te hayas sentido de esta forma si has luchado contra la lujuria, queriendo dejar lo que haces, resistiendo lo más posible y sin embargo permaneciendo en él.

Aunque los sentimientos expresados por Pablo resuenan con muchos, este pasaje permanece solo—no hay otro como él. Es la confesión de la amarga confusión que envuelve al creyente cuando está profundamente atrapado en las garras del pecado sin una aparente salida. Su “deseo de hacer el bien” le falla.

Desafortunadamente, muchos deducen una desdichada lección de este pasaje tan impactante. Si Pablo se sintió tan frustrado mientras luchaba contra el pecado, ¿Por qué ellos han de pensar que les iría mejor a ellos que a él? Sin embargo, este es el mensaje incorrecto a tomar de este pasaje.

Reto: Romanos 7 habla precisamente acerca de tu situación si estás luchando contra el pecado y eres incapaz de obtener la victoria sobre él. Al mirar Romanos 6-8 durante los próximos capítulos, presta atención a lo que Pablo enseña con respecto a cómo vencer un pecado terco. Utilizar el pasaje mencionado arriba como justificación de estar abrumado por un pecado poderoso, refleja una profunda confusión. Si fuera la forma correcta de comprender este pasaje, negaría la verdad acerca del poder del Evangelio en el cual Pablo creyó y enseñó.

En vez de esto, es útil ver este pasaje como uno que apunta hacia un tiempo en la vida de Pablo antes de que él obtuviera la victoria sobre el pecado. Desde esta perspectiva, podemos ver que su propósito al escribir acerca de este tiempo en su vida era advertirnos acerca del peligro que existe al permitir que el pecado habitual y dominante eche raíces en la vida de cualquier creyente. Sin embargo, comprendo que otros quizás no vean este tema de igual manera. Las interpretaciones con respecto a Romanos 7:13-24 son muy variadas. Para promover la discusión sobre el tema, los teólogos han usado el término “Hombre R7” para referirse a la sorprendente manera en que Pablo se refiere a sí mismo en esta sección. Algunos creen que este pasaje describe a Pablo como un inconverso. Sin embargo—en su mayoría—algunos maestros concuerdan en que Pablo está describiéndose a si mismo luego de haberse convertido en un creyente y han aceptado una de dos explicaciones dramáticamente conflictivas con respecto a su confesión.

Interpretación 1—Pablo Atrapado en Legalismo

Un punto de vista popular establece que el Hombre R7 estaba tratando de complacer a Dios utilizando sus propias habilidades. En vez de confiar en Dios para que obrara en él, él estaba tratando de hacerlo él mismo. En este punto de vista, Pablo estaba sufriendo de legalismo. La solución generalmente ofrecida para este tipo de legalismo es renunciar a nuestros propios esfuerzos y dejar que Dios lo haga. Una frase pegajosa es “¡Deja ir, Deja que Dios haga!” Yo no creo que esta interpretación sea de mucha ayuda. En ninguna otra parte las Escrituras hablan negativamente de ninguna persona que esté sinceramente esforzándose por complacer a Dios. Juzgar de esa manera en este caso no parece justo tampoco.

El esfuerzo de Pablo fue infructuoso, pero su lucha determinada de hacer lo correcto y directamente confrontar la raíz de su angustia es tanto genuina como desgarradora. Durante ese tiempo cuando yo estaba abrumado por la lujuria, yo me identifiqué plenamente con la frustración que Pablo describe. Pero me pareció que la solución de “¡Deja ir, deja que Dios haga!” era simplemente imposible de aplicar.

¿Cómo exactamente uno deja ir? ¿No fueron mis oraciones a Dios diciendo: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” (Salmos 51:10) lo suficientemente sinceras? ¿Necesitaba confiar más en El? ¿Eran los sentimientos de condenación, los cuales se aumentaron en mi interior, algo que yo debía atravesar o dejar de lado? ¿Sería un mayor esfuerzo por hacer lo bueno suficiente para vencer mi pecado? En cualquier caso, legalismo—un término no Bíblico—debería ser reservado para describir a aquellos que esperan poder complacer a Dios manteniendo la letra de la ley externamente en vez de servirle con todo su corazón. Es el dilema de los Fariseos—limpios por fuera y sumamente sucios por dentro. Yo no creo que Pablo estuviera confundido en esta área. El quería eliminar el pecado en su corazón.

Interpretación 2—Pablo Respondiendo al Pecado Cotidiano

Otra interpretación de este pasaje es aún más popular que la explicación del legalismo. De hecho, la consideraría como un tipo de consensos. Desafortunadamente, es una que puede ser utilizada para apoyar la racional de derrotismo y resignación común entre aquellos que están siendo abrumados por un pecado interno como la lujuria. Este punto de vista argumenta que el pecado era poderoso en la vida de Pablo aún después de que él se convirtiera en un Cristiano sumamente apasionado.

Como escribió Matthew Henry, “porque va de acuerdo con la experiencia de los Cristianos, y no con pecadores. Es tal lenguaje como simple Cristianos, que están familiarizados con sus propios corazones, usado para expresar sus sentimientos.”17

Esta ha sido la forma más utilizada para interpretar este pasaje desde el tiempo de Agustín en el quinto centenario, quien aparentemente lo popularizó primero. Haciendo énfasis en el hecho de que Pablo se refiere a si mismo en tiempo presente y que el conflicto descrito era muy similar a la lucha que él mismo estaba experimentando como Cristiano, Agustín llegó a la conclusión de que esto era simplemente lo mejor que los Cristianos podían esperar. Como resultado, él exaltó el conflicto y condenación que Pablo describe en este pasaje aislado y lo promovió como una condición normativa—y hasta espiritualmente digna de reconocimiento.

Al pasar de los años, esta interpretación ha sido cuidadosamente elaborada por otros escritores y se convirtió en una que yo adopté también. De hecho, si yo no hubiera estado tan muerto en mi pecado y hubiera pensado lo suficientemente profundo acerca de la lujuria que había en mí, me encontraría sintiéndome casi tan mal como Pablo describe aquí. Sin embargo, ahora creo que esta interpretación invierte la enseñanza de Pablo. De estar correcta, permitiría que yo dijera que Pablo estaba tan indefenso como yo lo había estado alguna vez en mi inhabilidad de obtener la victoria sobre el pecado. A pesar de toda la evidencia que indica lo contrario, yo podría imaginar que esta solitaria confesión de dominio por el pecado representaba a Pablo como él realmente estaba en la cúspide de su ministerio.

Este es un junco débil sobre el cual apoyarse. Pintar a Pablo con la mancha de este singular pasaje y concluir que él se sentía de esta manera todo el tiempo es un inmenso trecho. Después de todo, a solo unos cuantos versículos más adelante, él proclama completa libertad de las debilitantes garras de la condenación que tan horriblemente lo habían atrapado.

La Historia de Pablo 

El Apóstol Pablo era como ningún otro de los apóstoles. El alcanzó la madurez sin haber estado bajo la directa instrucción de Jesús. La mayor parte de su enseñanza provino de segunda mano. No conocemos los detalles sobre el inicio y desarrollo de la vida espiritual de Pablo, aparte de que durante los primeros doce años después de su conversión, él mantuvo un bajo perfil.

Yo creo que nuestro Señor sabía que el pecado interno sería común entre Sus seguidores y pudo haber elegido a Pablo—quien se describió a si mismo como un pecador profundamente defectuoso—para mostrar la salida. Esta interpretación del pasaje Hombre R7 colocaría este episodio durante el tiempo que Pablo era un joven creyente. El comentario, Romanos Versículo- a-Versículo, por el respetado maestro William R. Newell, brinda respaldo a esto.

A Newell le pareció significativo que Pablo se auto-denominara “carnal” (Romanos 7:14) y observó que la palabra “carnal no es usada para describir a una persona degenerada, sino a una persona Cristiana que no ha sido liberada del poder de la carne: ‘ (1 Corintios 3:1).”18 Yo concuerdo con el enfoque de Newell de ubicar la experiencia Hombre R7 de Pablo durante el período de doce años antes de que Pablo se embarcara en su ministerio de alto perfil. La lucha temprana de Pablo le permitió adquirir experiencia y una perpectiva vital. El fue capaz de utilizar esta experiencia para desarrollar recomendaciones prácticas para otros quienes también necesitaban madurar, vencer al pecado interno y gozosamente caminar en el Espiritu.

Al continuar en Romanos, Pablo utilizó la misma raíz para la palabra carnal, sarkos (carne), varias veces para describir a aquellos que no caminan conforme al Espíritu. Por ejemplo—“y los que están en la carne no pueden agradar a Dios.” (Romanos 8:8).

Hombre R7 No Debe Ser La Manera de Nosotros Vivir

El tiempo de Pablo como Hombre R7 refleja la manera en que él organizó Romanos. Los capítulos 6 y 7 resaltan como un desvío del glorioso mensaje del Evangelio que él anuncia en esta poderosa carta, casi como un huésped no deseado. El momentum se desarrolla en Romanos a través del capítulo 5 pero luego cambia. Pablo sabía que antes de que él pudiera exponer sobre la gloriosa vida en el Espíritu como descrita en el capítulo 8, él debía advertir acerca de la horrible alternativa que permanece a la espera del Cristiano desprevenido.

En mi opinión, presentar al Hombre R7 como un Cristiano normal—y hasta ejemplar—es trágico, falso y destructivo. Falla al no ver que Romanos 6 y 7—especialmente la sección del Hombre R7—advierte contra una condición aberrante. Entre aquellos que han adoptado un enfoque más popular—describiendo al Hombre R7 como un Cristiano normal—está el escritor puritano John Owen, cuya perspectiva con respecto al pecado interno fue explicada anteriormente en el capítulo 5. Como Agustín, Owen mantuvo que la miseria e impotencia, las cuales Pablo experimentó como Hombre R7, son modelo de lo que la experiencia cotidiana de un Cristiano debiera ser.

Hay mucho que obtener al leer los escritos de Owen. El toma el tema del pecado en serio y enseña la necesidad de vigilancia continua y desconfianza de nuestras habilidades a un alto nivel, con muchos consejos prácticos. Sin embargo, él falla al no hacer una distinción muy importante elevando al Hombre R7 y mezclando la enseñanza de este pasaje con otros pasajes donde Pablo nos muestra cómo tratar con el pecado cotidiano.

Pablo tuvo mucho que decir con respecto a este tema también, incluyendo su enseñanza acerca de dejar al viejo hombre, lo cual es un ejercicio continuo. El Hombre R7 describe un caso muy diferente—alguien, quien está firmemente en las garras del pecado interno y completamente desmotivado por su incapacidad de ser libre.

Romanos 6-7—Confrontando el Pecado Habitual

En vez de seleccionar una parte de Romanos 6-8 y usarla como una excusa por estar abrumado por el pecado, debemos comprender que este pasaje completo es la respuesta exhaustiva al problema de “continuar en pecado”. El va directo al punto, presentando la pregunta esencial y su clara respuesta desde el comienzo.

¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? (Romanos 6:1)

Continuar en pecado es lo que conocemos como pecado habitual, o pecado dominante. Es el pecado de un Cristiano que no se torna apropiadamente de aquello que le está destruyendo. Aunque puede que desee vivir una vida piadosa, no puede. En vez de crecer hasta convertirse en un árbol de justicia, permanece como un pequeño arbusto incapaz de dar fruto permanente. Se frustra a sí mismo y a aquellos a su alrededor.

En Hebreos 5, el escritor describe a aquellos que son atrapados por el pecado en esta manera como pequeños bebés, siempre necesitados de leche, incapaces de comer comida solida, siempre llenando sus pañales, siempre reconstruyendo fundamentos de arrepentimiento, atrapados en un ciclo de pecado—un camino repetitivo y circular—en vez de camino recto de justicia. Cada día es como el anterior. Los mismos pecados siguen ocurriendo, la misma condenación, la misma decepción, la misma incapacidad, la misma culpabilidad y el mismo intento de agarrar el salva- vidas del perdón.

Reto: Si esto te describe, no te desanimes. La enseñanza de Pablo te ofrece todo lo que necesitas para crecer y madurar. Tú no estás donde perteneces y tampoco donde Dios desea que estés. Como Pablo, tú puedes ser libre y comenzar a caminar en el Espíritu.

El Pecado de Pablo

Cuando Pablo comenzó su caminar Cristiano, todos los atributos de los cuales él se hubiese enorgullecido serían expuestos como desagradables a Dios. Lo más confuso de todo, él hubiese sido confrontado con la necesidad de una justicia mayor a la de los Fariseos. Absorber el Sermón del Monte y aún así ser incapáz de obedecer las enseñanzas de Cristo contra el pecado oculto explica la desesperación que experimentó durante su tiempo como Hombre R7.

Su angustia probablemente fue peor al reconocer que su carrera y los credenciales que él llevaba una vida construyendo simplemente lo calificaban para ser sujeto a a condenación por Jesús y Sus seguidores. Fueron personas que se consideraban justas aquellas que mataron a Jesús. Toda su espiritualidad previa fue expuesta como ficticia.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato, para que lo de afuera también quede limpio. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. (Mateo 23:25-27)

Imagino a Pablo contemplando esto mientras continuaba siendo incapaz de de controlar el pecado interno en su vida. Cualquiera que aparente estar bien en lo externo, mientras alberga el pecado de la lujuria—como yo lo he hecho—debiera revolverse al escuchar lo que Jesús le dijo a los Fariseos también.

No hay forma de estar seguro de qué pecado en particular estaba creando tal problema para Pablo. Algunos comentaristas piensan que el pecado de Pablo era el orgullo. Ellos apuntan a la referencia de Pablo a la espina en la carne y a Dios no removerla para “impedir que no se enalteciera” (2 Corintios 12: 7). Dudo que el problema fuera orgullo. El Hombre R7 aparenta ser lo opuesto a orgulloso. El básicamente se ridiculiza a sí mismo. El orgullo espiritual probablemente vino después en el caminar Cristiano de Pablo y es evidencia de que realmente nunca estamos terminados con el pecado en esta vida.

Lujuria e Inmundicia

Si no orgullo, el pecado que mora en Pablo era probablemente tal preocupación, avaricia, amargura, ira o lujuria. Tales pecados pueden ser evidentes y a la vez difíciles de eliminar. Ellos obstinadamente nos ocupan y moran dentro de nosotros. Nuestra fuerza de voluntad se muestra insuficiente.

La enseñanza en Romanos 6-8 aplica a cada tipo de pecado interno, pero Pablo hace énfasis en el pecado de deseos malvados. De hecho, es el único pecado mencionado por si solo:

Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias; (Romanos 6:12)

Hablo en términos humanos, por causa de la debilidad de vuestra carne. Porque de la manera que presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad, así ahora presentad vuestros miembros como esclavos a la justicia, para santificación. (Romanos 6:19) 

Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte. (Romanos 7:5) 

¿Qué diremos entonces? ¿Es pecado la ley? ¡De ningún modo! Al contrario, yo no hubiera llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por medio de la ley; porque yo no hubiera sabido lo que es la codicia, si la ley no hubiera dicho: NO CODICIARAS. Pero el pecado, aprovechándose del mandamiento, produjo en mí toda clase de codicia; porque aparte de la ley el pecado está muerto. (Romanos 7:7-8) 

Previamente vimos que “epithemia” fue la palabra que Jesús escogió cuando habló de la lujuria. Es traducida aquí como deseos malvados y codicia. Otras palabras en los versículos mencionados arriba son traducidas como “inmundicia” y “pasiones pecaminosas”. Ya que la lujuria sexual es un pecado interno tan común y es mencionada tan frecuentemente aquí y a través de los escritos de Pablo, pudo fácilmente haber sido el pecado con el cual Pablo luchó durante su tiempo como Hombre R7. Habiendo luchado contra esto yo mismo, yo creo que la enseñanza de Pablo toca precisamente en este tema.

Reto: Tú no podrás eliminar todo pecado de tu vida. Sin embargo—si ers Cristiano—el pecado habitual y dominante no debiera hacer su morada en ti. Aunque Pablo pudo haber sufrido de esta condición por un tiempo, él fue capaz de dejarlo atrás. La solución que él comparte funcionará para ti también.

El Argumento de Pablo Contra el Pecado Habitual    

“¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”ow should we who died to sin live any longer in it? Romanos 6:2

Pablo es firme al argumentar que los Cristianos no tienen razón alguna para continuar en pecado. Romanos 6-7 es su argumento más sostenido y detallado con respecto a esta posición. Aquellos de nosotros que hemos sido abrumados por el pecado luego de habernos convertido en Cristianos debemos prestar atención cuidadosamente a lo que él está diciendo y debemos aprender de su experiencia.

Vamos a indagar profundamente con respecto a la manera en que Pablo respalda su argumento inicial de que nosotros ciertamente no debemos continuar en pecado. Su argumento en Romanos 6-7 está centrado en la afirmación de que tenemos un nuevo lugar cuando estamos en Cristo. El demanda que nos veamos a nosotros mismos desde la perspectiva de lo que Dios ha hecho en nosotros y nos urge a reconocer plenamente e incorporar esta poderosa realidad.

Sin embargo, como parte de guiarnos en la dirección correcta, Pablo presenta un trasfondo de terror. Nuestra nueva vida contiene posibles peligros a pesar de la gloriosa verdad acerca de la noble y preciosa posición asegurada para nosotros en Cristo. No es sin sus adversidades. Tanto como nos podamos gloriar con respecto a nuestra posición en Cristo, no podemos ignorar las luces intermitentes de precaución. Hemos sido hechos libres de la penalidad requerida por la justa ley de Dios. Merecemos la muerte pero en cambio—con Su preciosa sangre—Jesucristo pagó la penalidad por nuestro pecado. Ya que hemos llegado tan lejos, Pablo nos exhorta a no ir por mal camino.

El argumento de Pablo está ubicado en cinco partes dentro de Romanos 6 y 7. Los primeros tres son vívidas imágenes escritas que ilustran nuestra nueva posición en Cristo. La cuarta es la enseñanza esencial del hombre R7, mostrando lo que le pasaba a Pablo mientras él continuaba en pecado y fue llevado cautivo por el pecado a pesar de su nueva posición en Cristo. En la parte final él describe una ley inquebrantable que gobierna la respuesta de un Cristiano al pecado. Para comprender a lo que Pablo se refiere, debemos prestar atención a su argumento.

Tres Imágenes Escritas

La mayor parte de este pasaje—Romanos 6:1-7:13—está basado en tres imágenes escritas. Sin duda, Pablo estudió la manera elegante en que Jesús hizo uso de parábolas e imágenes o “lenguaje figurativo”, como El mismo los describió (Juan 16:25), para claramente comunicar la verdad de una manera que funcionó poderosamente en las mentes y corazones de aquellos que le escuchaban. Las imágenes equivalen a mil palabras. Atraviesan nuestras barreras intelectuales y se incrustan en nuestros corazones. Si implantamos estas tres imágenes escritas profundamente en nuestro ser, crecerán y florecerán en una clara comprensión de nuestra nueva vida y la necesidad de vencer al pecado que mora en nosotros.

Debemos reconocer que la completa verdad y gloria de lo que ocurre cuando Cristo entra en nuestras vidas no puede ser comprendido por ningún creyente. Es un hecho supremamente misterioso y magnífico para poder ser descrito directamente. Las imágenes escritas, tales como los tres ejemplos escogidos por Pablo, transmiten esta verdad más claramente que una simple declaración.

La primera de estas tres poderosas imágenes es que como creyentes, ya hemos muerto con Cristo (Romanos 6:1-14). “Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (v.2) Jesús declaró que Sus discípulos eran de tomar sus cruces y seguirle. El enseñó que nuestra muerte era esencial. Nosotros debemos ser bautizados con el mismo bautizo con el cual Jesús fue bautizado (Marcos 10:39). “Nuestro cuerpo de pecado” necesita ser “destruido” (v.6). Nosotros ilustramos esta verdad cuando seguimos a Cristo en el bautismo en agua. “Porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado” (v.7).

La segunda imagen escrita es que hemos sido libertados de la esclavitud (Romanos 6:15- 23).Como hemos visto en un capítulo anterior, Jesús describió Su misión como “libertar a los cautivos.” Esta es una parte central del propósito para El venir. Cuando somos unidos a Él, hemos “sido libertados del pecado” (v.18). Jesús nos libertó de las manos de un cruel capataz y pagó por nuestra libertad con Su propia sangre.

En la imagen escrita final (Romanos 7:1-6), Pablo explica que el fuerte vinculo que nosotros teníamos con el pecado es semejante a la unión matrimonial, pero que nuestra antigua pareja ha muerto. “Pues la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido.” (v.2). Una mujer de esa era no tenía escapatoria de un matrimonio abusivo excepto a través de la muerte de su esposo. De la misma forma, no puede haber otra solución contra el poder del pecado en nuestras vidas excepto que muera.

Dios Ha Hecho Una Nueva Obra en Nosotros

Nuestra muerte, nuestra libertad de la esclavitud y la muerte de nuestro pecado muestran solo parte de la historia. Otra poderosa verdad ilustrada por Pablo dentro de estas tres imágenes escritas concierne a la nueva obra que Dios ha comenzado en nosotros. Es nuestro regalo de El. Esta nueva obra es la razón por la cual Pablo escoge estas tres imágenes escritas entre las tantas disponibles para describir nuestra unión con Cristo—ellas destacan el problema de continuar en pecado.

Considera la primera imagen escrita. Nuestra muerte hace posible una nueva vida. Cristo fue crucificado y nosotros juntamente con El. Por Su acción estamos en una posición de “considerarnos” no solo “muertos para el pecado” pero aún más importante “vivos para Dios en Cristo Jesús” (6:11). Nuestra nueva vida es sobre todo Cristo viviendo en nosotros y es el propósito para nuestra muerte en esta manera tan inesperada. Moriríamos de cualquier forma. Ahora, “como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.” (6:4). Como la semilla que primero debe morir antes de brotar a nueva vida (Juan 12:24), hemos recibido nueva vida por nuestra muerte. El terco pecado interno no está supuesto a ser parte de esta nueva vida que se nos ha regalado.

Siguiendo a la próxima imagen escrita, Pablo explica que Cristo nos ha hecho libres de la esclavitud para que podamos convertirnos en esclavos de Dios. “Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna.” (6:22). Ser un esclavo es el término usado más frecuentemente para describir a un Cristiano en el Nuevo Testamento. Somos capaces de convertirnos en esclavos de Dios solo porque hemos sido hechos libres de nuestro antiguo capataz—el pecado. Nunca debemos considerarnos irremediablemente en la esclavitud del pecado. Hacer tal cosa es negar el poder que opera en nosotros y el estatus asegurado para nosotros por Cristo. Como esclavos de Dios, debemos producir “fruto de santidad”.

Finalmente, en la tercera imagen escrita, nuestra vieja pareja—el pecado—ha muerto “para que seáis unidos a otro, a aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.” (7:3-4). Nuestro Salvador ha roto la terrible unión que teníamos con el pecado. El hizo esto para poder llamarnos Suyos. Ahora somos descritos como su novia escogida, empoderados para vivir en justicia. Si persistimos en darle vida a lo que ha sido muerto y fallamos en unir nuestras vidas con Cristo, no estamos haciendo lo que Dios ha intencionado para nosotros. Estamos tristemente equivocados si creemos que la lujuria está muy incrustada y muy terca para ceder al golpe mortal que recibió cuando nos unimos a El. ¿Por qué aferrarnos al cadáver del pecado?

Todo esto es completamente el resultado de lo que Cristo ha hecho. Nosotros no hemos iniciado nuestra nueva vida. Eso sería imposible. En vez de esto, nosotros hemos sido “crucificados con Cristo”. Nosotros participamos en lo que Él ha hecho por nosotros por Su gracia. Es esta nueva obra que nos permite evitar continuar en pecado y nos motiva a asegurarnos que no lo hagamos.

Estas tres imágenes escritas, individualmente y colectivamente, ilustran la realidad para cada Cristiano. Tómalas a pecho. No te conformes con menos. No tenemos excusas para continuar en pecado. Estamos muertos al pecado y hechos vivos en Cristo. En un tiempo éramos esclavos al pecado, pero ahora somos libres y nos hemos hecho esclavos a un maravilloso y generoso Señor. Nuestro viejo matrimonio con la vida de pecado ha sido terminado. Nuestro antiguo despiadado y destructivo marido ha muerto y ahora estamos casados con un glorioso y resucitado Salvador.

Hombre R7

Estas tres imágenes escritas pueden ser mal interpretadas o ignoradas por su familiaridad. Puede ser que nos volvamos conformistas o hasta podemos llegar a pensar que mantenerse en el camino correcto es algo automático, pero Pablo no se detiene ahí. Para poder resaltar la seriedad de los asuntos involucrados y para explicar cómo se siente caer de nuevo en las ataduras del pecado, Pablo hace énfasis en su propia experiencia (Romanos 7:13-24)—un periodo intensamente agobiante en su caminar Cristiano. El hombre R7 nos muestra como se ve que una persona permita que el pecado reine después de haberse convertido en Cristiano. Si te ves a tí mismo en la manera en que Pablo se describe a sí mismo aquí, estás en serios problemas.

La experiencia fue tan dolorosa que Pablo recuenta su horror como si él estuviera atravesando por eso otra vez.

 Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. (7:18-19)

Al abrir su corazón con respecto a sus luchas pasadas de una manera tan transparente, Pablo se hace a si mismo un ejemplo de la miseria que puede venir a causa de fallar al no vivir como se nos ha dicho que vivamos. Como escribió Newell, el Hombre R7 “no es una experiencia Cristiana normal” y tampoco es “una experiencia Cristiana necesaria.”19 Aunque no sea normal o necesario para nosotros que atravesemos un período de Hombre R7, permanecemos muy capaces de tomar este camino equivocado. Pablo estaba atascado ahí hasta que él finalmente reconoció cual era la causa de su dificultad y tomó acción para corregirla. Como Pablo, nosotros también podemos estar perplejos por nuestra debilidad y falta de fruto, pero estas cosas no son la causa de nuestro pecado. En cambio, tal debilidad es el resultado de nuestro pecado. No debemos esperar algo mejor cuando nos permitimos a nosotros mismos ser cautivos por el pecado que mora en nosotros.

La Otra Ley

Como parte de su búsqueda para comprender su situación, Pablo descubrió otra ley o principio, que él personalmente había quebrantado (7:21-24). Esta es la parte final de su argumento de cinco puntos.

Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. (Romanos 7:21-23)

Pablo había quebrantado esta ley y debemos tener cuidado de no hacer lo mismo. Esta ley había sido decretada anteriormente en el capítulo 6:

Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias; ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. (Romanos 6:12-13)

Esta es la ley del comportamiento Cristiano—“no reine el pecado.” La elección es clara. Nosotros debemos estar vivos, nosotros debemos ser libres y nosotros debemos ser fieles a nuestro nuevo marido. Sin embargo, nosotros no perdemos la habilidad de permitir que el pecado reine. Yo rompí este mandamiento estricto cuando le permití a la lujuria que reinara en mi vida como Cristiano.

Las consecuencias de romper esta ley son tan serias que Pablo le llama la “ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2). Como hijos de Dios, no somos robots. Mantenemos el control de nuestro comportamiento y tenemos reglas claras para seguir. Tenemos la habilidad de romper la ley del pecado y de la muerte, y sufriremos la muerte en nuestras vidas si lo hacemos.

Lo Que Debemos Estar Haciendo

Debido a lo que Cristo ha hecho, nosotros no debemos continuar siendo esclavos al pecado. Esto no es un resultado automático—es lo que debe estar sucediendo. Considera las exhortaciones a vivir en justicia que Pablo teje en este pasaje. Por más que nosotros solo queramos hablar acerca de las bendiciones que provienen de nuestra nueva posición en Cristo, las advertencias en este pasaje no nos permitirán suponer que nuestra libertad se sostendrá a si sola automáticamente.

¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! (6:1)

Así también nosotros andemos en novedad de vida.  (6:4)

A fin de que ya no seamos esclavos del pecado; (6:6)

Consideraos muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. (6:11)

Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias; (6:12)

Ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, (6:13)

Sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios. (6:13)

De modo que sirvamos en la novedad del Espíritu. (7:6)

Continuar en Pecado Trae Esclavitud, Muerte y Convicción.

Todas estas exhortaciones son para el Cristiano. Pablo aclara las severas consecuencias reservadas para el creyente que no camine en la novedad de vida. Esta es la verdad más pasada por alto con respecto al pecado en la vida de un creyente. Lo vemos cada vez que los Cristianos consideran el pecado de una manera arrogante o minimizan su poder. Algunos presuntuosamente anticipan el perdón como un futuro “fácil”, incluso antes de que descaradamente entran en el pecado. Se aferran al lema desafortunado, “Los cristianos no son perfectos, solo perdonados” como una manera de alimentar esta idea del pecado continuo. El pecado nunca debe descartarse a la ligera. Al tontamente, por ignorancia o deliberadamente continuar en el pecado, nos abrimos a un triple golpe de problemas. Pablo explica este resultado triple con claridad.

Primero, nos hacemos esclavos. “¿No sabéis que cuando os presentáis a alguno como esclavos para obedecerle[a], sois esclavos de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:16). El relato de Pablo con respecto a la esclavitud que él sufrió como Hombre R7 es gráfico y desgarrador—“Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago.” (7:15).

Segundo, continuar en pecado causa muerte. Pablo, hablando acerca de Hombre R7, admite que el pecado “me engañó y…me mató” (Romanos 7:11). Obviamente, no fue literalmente muerto. La muerte a la cual Pablo se refirió fue al duro golpe que recibió en su caminar con Cristo. En unos versículos anteriores él había escrito, “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Las consecuencias que causan muerte y esclavitud por continuar en el pecado de hecho ocurren— aún a los Cristianos—sea que pidamos o recibamos perdón o no. Es simplemente una regla.

Yo recuerdo en la universidad cuando un profesor de teología, de edad avanzada y muy animado—Dr. Vincent Bennett—durante un estudio del Nuevo Testamento dramáticamente enfatizó en este versículo con su fuerte acento Británico— “La paga del pecado es siempre, siempre…siempre muerte. Cuando tu pecas, algo muere.” He encontrado que esta es la mejor manera de comprender Romanos 6:23. Como parte de las “Cuatro Leyes Espirituales” de Cruzada Estudiantil (Campus Crusade), este versículo es utilizado para explicar el problema del pecado a aquellos que son inconversos, pero en contexto, es evidente que Pablo lo escribió como una advertencia a los creyentes.

Tercero, continuar en pecado consume el gozo que viene naturalmente cuando estamos en una relación cercana con Dios. En vez de gozo, sentimos condenación y convicción. Pablo hizo clara la apariencia de esto y permanece como la parte más escalofriante de la experiencia de Hombre R7—Cristiano carnal. Aquellos que pasen por esto, mirarán hacia atrás como Pablo lo hizo, en tristeza y horror.

Reto: Si estás luchando con la lujuria, ya estás claramente informado de cómo este pecado está impactando tu vida. Ya sabes que “tus iniquidades han hecho separación entre tú y tu Dios” (Isaías 59:2). Nadie tiene que decirte esto. Estás viviendo bajo convicción porque has permitido que el pecado reine en tu vida y desobedeciste la clara instrucción de Dios. Aprende de Pablo que esto no tiene por qué continuar.

La Regla de La Cosecha

En cualquier momento que nosotros deliberadamente desobedecemos la Palabra de Dios, le damos oportunidad al pecado para esclavizar, matar y eliminar nuestro gozo. Esto no significa que perdemos nuestra salvación. En cambio, perdemos nuestra comunión con Dios y nos hacemos inefectivos. Continuando en pecado, nos volvemos esclavos sin vida a lo que permitimos. Este es un resultado automático.

La experiencia del Hombre R7 relatada por Pablo, mi propio fracaso por mucho tiempo al luchar contra la lujuria, la debilidad y pecaminosidad evidenciada por tantos Cristianos sin gozo son ejemplos de cómo es esta muerte y esclavitud. Le sucede a aquellos que fallan en plantarse en la posición asegurada para ellos en Cristo y en cambio, se deslizan de nuevo a las garras del pecado. Permitir que esto suceda es una enorme tragedia.

Sin embargo, no hay misterio con respecto a la ley de la cosecha. Cosechamos lo que sembramos. A pesar de la posición que Dios ha asegurado para nosotros, no obstante e inevitablemente nos volvemos esclavos de aquel a quien “obedecemos” (6:16). La “paga del pecado” sigue siendo “muerte” (6:23). Esto es lo que hace continuar en pecado un asunto tan serio para el creyente. Es exactamente como Jesús enseñó—“el que peca es esclavo del pecado” (Juan 8:34). El vino a libertarnos de esta esclavitud y a darnos una nueva vida donde el pecado no reine. Esto requirió de Su asombroso y costoso sacrificio para nuestro beneficio. Sin embargo, el no quitó nuestra habilidad de volver a caer profundamente en pecado y tampoco la habilidad del pecado de restablecer control y sembrar muerte y sufrimiento en nuestras vidas.

Hasta que nosotros dejemos de estar en pecado, nuestros corazones harán eco del llanto de David, “Devuélveme el gozo de Tu salvación” (Salmos 51:12).

Hay Esperanza y Victoria

Si la enseñanza resaltada hasta el momento fuera la culminación del mensaje de Pablo, no sería de mucha ayuda para aquellos que están atados por el pecado interno. Ellos ya saben que están atrapados en hacer lo incorrecto. Gracias a Dios, Pablo fue más allá y atacó el tema de cómo vencer el pecado en gran detalle. El no solo nos dice lo que deberíamos hacer, pero también explica cómo lograrlo. Mientras indagamos más profundamente en su matizada y cautelosamente organizada enseñanza, aprenderemos cómo evitar convertirnos en o permanecer siendo como el Hombre R7. Pablo ha provisto un método comprobado para alcanzar la victoria que debiera ser adoptado por cada creyente.

En el próximo capítulo examinaremos la solución práctica de Pablo para el azote del pecado interno. El fue hecho libre y nosotros podemos aprender de su experiencia y conocimiento. Una sed por la justicia le consumió a él y a su pecado, como debe suceder con nosotros. A través de las cartas de Pablo, él nunca dejó de regresar al tema de permanecer libre del poder del pecado, implacablemente tomando cada oportunidad para exhortar a todos sus hijos espirituales a “Andad por el Espíritu, y no cumpliréis el deseo de la carne.” (Gálatas 5:16).

 

Un Esclavo de La Justicia

Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, os hicisteis obedientes de corazón a aquella forma de enseñanza a la que fuisteis entregados; y habiendo sido libertados del pecado, Romanos 6:17-18

¿Deben los Cristianos continuar en pecado? ¡Absolutamente no! Como explicó Pablo en Romanos 6-7, hacer esto traería esclavitud y muerte mientras apaga nuestro gozo. El Hombre R7 (Romanos 7:13-24) es un ejemplo de cómo se ve y describe un período en la vida de Pablo. Muchos Cristianos se ven atrapados en un estado similar y hasta han concluido que ser dominados por el pecado es lo mejor que pueden esperar en su caminar Cristiano. Creen y hasta son trágicamente enseñados que ser el Hombre R7 es normal y sin escapatoria.

A través de sus escritos Pablo estaba indudablemente opuesto a este punto de vista y exhortar a la victoria sobre el pecado es el tema dominante de Romanos 6-8. Notablemente, él escogió escribir estas verdades para aquellos en la Iglesia de Roma—donde continuar en pecado parecía no ser un problema. Ellos no estaban esclavizados por el pecado. Observa la confianza que él expresó en ellos. Ellos se hicieron “obedientes de corazón a aquella forma de enseñanza a la que” ellos “fueron entregados” y “habiendo sido libertados del pecado”. Ellos no habían recibido “el espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor” (8:15). Evidentemente, la experiencia del Hombre R7 no estaba ocurriendo en sus vidas.

Sin embargo, ya que Pablo había vivido a través del terror de su período como el Hombre R7, él sabía que esta peligrosa alternativa para un creyente debía ser explicada y merecía una advertencia. El tampoco quería que otros cayeran en “esclavitud otra vez”. Por ende, él utilizó esta “forma de enseñanza” (Romanos 6:17)—como él la describió—un enfoque central de su ministerio. Mi pasado caminar Cristiano no fue guiado por esta “forma de enseñanza”, como he explicado con dolor. Como resultado, por gran parte de mi vida, yo era un Cristiano esclavizado al pecado de la lujuria. Mientras estaba en ese estado, me sentía frustrado y no respondía adecuadamente a las repetidas llamadas a santidad provenientes de las Escrituras. Haber continuado en pecado me convirtió en un esclavo al pecado, muerto a la clara enseñanza de la Palabra de Dios y carente de gozo. Aunque el mismo Pablo pudo haber sufrido un triste estado similar al mío, él no quedó ahí. Aquellos que sabiamente siguen su enseñanza también aprenderán cómo obtener la libertad y a caminar hacia adelante sin quedarse atrás.

Convertirse en Esclavo es Inevitable

La enseñanza de Pablo con respecto a cómo evitar convertirse en alguien como el Hombre R7 es directa y encaja con la experiencia exitosa de muchos creyentes. El es muy explícito con respecto a cómo esto debe hacerse.

…”ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia. 15 ¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! 16 ¿No sabéis que cuando os presentáis a alguno como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:13-16)

¿Captaste eso? Pablo explica que somos inevitablemente e inexplicablemente esclavos. “Sois esclavos de aquel a quien obedecéis”. El cantante folclórico Bob Dylan correctamente transmitió esta verdad en su canción Debes Servir a Alguien (Gotta Serve Somebody). La manera inquietante en que él expresa esto debe ser contemplada por todos aquellos que batallen con la lujuria. Somos llamados y se espera que nos convirtamos en esclavos “de la obediencia para justicia”, una función para la cual fuimos específicamente creados. Servirle al pecado de nuevo es un enorme y evitable error.

Al venir a Cristo, nuestra situación es como ser un vagón desconectado de la locomotora del pecado. No hay un riel lateral en el cual estacionarnos, aunque quisiéramos tener uno dónde escondernos. Enfrentamos solo dos opciones—unirnos completamente a Cristo o conectarnos de nuevo al pecado.

La idea falsa de que cualquiera puede ser realmente libre en como él prefiera vivir su vida es popular. Aquellos fuera de Cristo pueden presumir de su supuesta libertad e imaginarse que ellos pueden tornarse a la justicia y lo correcto meramente eligiendo hacerlo. Sin embargo, como monos jugando en un ambiente elaborado de un zoológico, su libertad es una ilusión. A menos que Jesús nos haya hecho libre, seguimos siendo esclavos del pecado. ¿Por qué otra razón El describiría Su misión como lo hizo en Lucas 4? El vino para hacernos libres. Sin embargo, aunque Cristo nos ha hecho libres del pecado, no hemos sido hechos libres para actuar como queramos. En cambio, hemos sido libertados para convertirnos en esclavos de Aquel que nos ha libertado de nuestro antiguo y cruel capataz.

He aquí como esta enseñanza aplicó a mi lucha para vencer al pecado interno de la lujuria. No era suficiente meramente dirigir mis ojos y pensamientos lejos de lo que me causaba pecar y esperar que esto fuera suficiente. El próximo y necesario paso a seguir, el cual el pecado interno me había prevenido de tomar por tanto tiempo, fue el de entrar completamente en mi nueva vida y comenzar a amar al Señor mi Dios con todo mi corazón, con toda mi mente, con toda mi alma y con todas mis fuerzas.

Aquellos que consideran esto como un poco extremo fallan al no comprender lo que ser un esclavo significa. Esto es lo que un esclavo de Cristo hace. Somos libertados de nuestra esclavitud inicial al pecado para convertirnos en “esclavos de la justicia” (Romanos 6:18). Estos son dos lados de la misma moneda de nuestra libertad en Cristo. No podemos tener una sin la otra. Estar en Cristo es una posición de activa servidumbre a Él.

La Clave Está En Como Presentemos Nuestros Miembros

La clave para vencer el pecado interno—como explica Pablo—es que nosotros debemos hacer uso apropiado de nuestros “miembros”. Significativamente, enseñar acerca de nuestros miembros permea el argumento de cinco partes contra continuar en pecado como planteado en Romanos 6 y 7. En la sección acerca de morir al pecado y volvernos vivos para Dios, Pablo escribe, “ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” (Romanos 6:13). En la sección acerca de ser libres del presentéis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino Dios como instrumentos de justicia pecado y esclavos de la justicia él nos dice, “así ahora presentad vuestros miembros como esclavos a la justicia, para santificación.” (Romanos 6:19) en la tercera imagen escrita donde Pablo describe a nuestro marido—el pecado—siendo muerto y nuestra nueva unión con Cristo él explica, “Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte.” (Romanos 7:5).

Pablo también utiliza el término “miembros” a través de su sección Hombre R7 y destaca la “otra ley” con la cual él estaba luchando residía en sus “miembros” (Romanos 7:23).

Nuestros Miembros 

Para entender lo que Pablo desea que hagamos, debemos estar claros con respecto a qué él se refiere con “miembros.” Pablo utiliza el término “miembros” para referirse a aquellas partes de nuestras vidas sobre las cuales tenemos control. Estas incluyen los movimientos de nuestro cuerpo y nuestros pensamientos dirigidos. Al vivir en el Espíritu y por la gracia y provisión de Dios, podemos prevenir que nuestros ojos y pensamientos fugaces nos esclavicen al pecado. Esta es una verdad engañosamente simple y fácil de pasar por alto. Sin embargo, obtener la victoria sobre la lujuria solo puede ocurrir con la decisión de que seremos obedientes en este aspecto.

Una vez que nos hayamos comprometido a parar—luego de haber usado continuamente nuestros miembros para cometer adulterio en nuestros corazones—inmediatamente encontramos que ellos no quieren cooperar. Habiendo sido presionados al servicio del pecado por tanto tiempo, ellos resisten con todas sus fuerzas. Sin embargo, al pasar el tiempo, el agarre y la atracción del pecado habitual se debilita. Ya que no estamos constantemente adquiriendo una emoción sexual ilícita en cada esquina, somos capaces de entrar en esta libertad “Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres” (Tito 2:11).

Lo que una vez habíamos descartado como inconsecuente pronto se revela a sí mismo como un terrible acto de impresionante desobediencia. Mientras nuevos hábitos de justicia se hacen comunes en nuestras vidas, comenzamos a deleitarnos en plenamente resistir el uso de nuestros miembros como instrumentos para el pecado del cual hemos sido hechos libres. Obtener un claro entendimiento de este proceso para poder interrumpir el ciclo del pecado—remordimiento, pseudo-arrepentimiento y pecar de nuevo, la frustrante vida de un Cristiano carnal—es evidencia práctica de que estamos disfrutando de la libertad en la cual El desea que entremos.

El espanto de no saber o no tomar en cuenta esta simple verdad acerca del uso de nuestros miembros es la fuerte probabilidad de que vamos a caer en nuestra propia experiencia personal de Hombre R7. Aunque somos Cristianos, nos convertiremos en esclavos de nuevo. Nuestras vidas se volverán muertas e infructíferas. Perderemos nuestro gozo.

Por el Espíritu 

A pesar de la motivación de Pablo y encargo, los Cristianos continuamente fallan al hacer caso omiso de este llamado. Como pequeños roedores que tropiezan y caen por un acantilado hacia el mar, ellos se vuelven esclavos al pecado y se preguntan por qué pasó. Yo me incluyo aquí. Esto ocurrió aún cuando en mi hombre interior, mi corazón profundamente anhelaba la vida victoriosa que Dios deseaba para mí.

Pablo destila efectivamente los medios a la victoria cuando amonestó a los Gálatas: “Andad por el Espíritu, y no cumpliréis el deseo de la carne.” (Gálatas 5:16). Es de la siguiente manera—si le decimos que no al pecado noventa y nueve veces, pero le decimos que si solamente una vez, esa vez puede causarnos que caigamos en picada. Por otro lado, si le decimos que si al Espíritu noventa y nueve veces, aquella vez que le digamos si al pecado inmediatamente nos causaría repulsión porque estamos caminando en el Espíritu. Nuestro enfoque está en nuestro Dios—no en nuestro pecado. Las acciones pecaminosas de nuestro cuerpo están muriendo y nuestra nueva vida se está fortaleciendo.

Es por el Espíritu de Dios que esto es hecho en la vida del creyente. El generosamente provee la vida en la cual debemos andar. “porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Romanos 8:13). Desarrollar disciplinas y tratar de darle forma a nuestro comportamiento en esta parte de nuestras vidas sin hacerlo “por el Espíritu”—en nuestras propias fuerzas, enfocados en nuestro pecado—no funcionó para Pablo y tampoco funcionará para nosotros.

Reto: Sea que uses tus miembros—ojos, manos, imaginación—como Pablo instruye es un asunto de obediencia. ¿Te resistirás a presentar tus miembros como instrumentos de justicia? ¿Decidirás en cambio presentar tus miembros como instrumentos de justicia? Newell, en su comentario, deriva a la siguiente astuta, concisa y correcta conclusión de esta parte en Romanos—“La obediencia trae libertad.”20 ¿Obedecerás para poder obtener libertad?

La Enseñanza de Pablo está Basada en Lo Que Dijo Jesús

Al escribir esto, vemos que la solución de Pablo—y no hay sorpresa aquí—es obtenida totalmente de lo que enseñó Cristo. Fue Él quien dirigió nuestra atención hacia esos “miembros”— nuestros “ojos” y “manos”—haciéndoles central a Su enseñanza sobre la lujuria (Mateo 5:27-30).

En Romanos 6-7 Pablo utilizó repetitivamente las palabras exactas dichas por Cristo—lujuria (epithemeo) y miembros (melisin)—encontradas en Su concisa y seminal enseñanza con respecto a la lujuria, esto no es coincidencia. Cuando Pablo utiliza el término “miembros”, sus lectores recuerdan la firme enseñanza de Jesús. Fue nuestro Señor quien explicó que no debemos poner nuestros miembros—manos y ojos—al servicio de la lujuria.

Jesús se enfocó en la manera en que usamos nuestros ojos. Cometemos adulterio en nuestros corazones cuando usamos nuestros ojos para alimentar la lujuria en el interior. Este miembro y otros—como nuestras manos y pensamientos—se combinan en una actividad adictiva y sinérgica para producir aquella emoción sexual ilícita que Jesús condenó. Al rehusarnos a utilizar nuestros miembros para el pecado, la lujuria es parada inmediatamente. No echará raíces.

Simplemente dicho, Jesús y Pablo nos dirigieron al único punto dónde somos capaces de tomar cualquier acción decisiva. Contrasta esto contra el consejo que ofrece el mundo—“Tomate una ducha fría”, “Mantenlo en tus pantalones”, “No permitas que la pequeña cabeza controle a la cabeza grande”, “Mira pero no toques”. Tales consejos nos motivan a intervenir y plantarnos firme luego de que nuestras emociones sexuales han sido activadas a nivel u otro, y por ende no son de mucho valor. A esa altura ya hemos tropezado profundamente en el pecado de los pensamientos malvados.

La mayoría de las enseñanzas Cristianas prefieren no ser sinceras al enseñar respecto a la lujuria y por ende el consejo ofrecido no es muy útil tampoco. Las instrucciones para evitar las tentaciones, sumergirse en oración, estudios Bíblicos y obtener apoyo a través de comunión con otros Cristianos están bien; pero simplemente no dan en el blanco.

Si hacemos todas las cosas de manera religiosa mientras continuamos ofreciendo nuestros miembros para obtener una emoción sexual ilícita—adulterio en el corazón—estaríamos desobedientemente presentando “los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad” (6:13). Estaríamos desobedeciendo la ley del pecado y la muerte. El resultado de la muerte, esclavitud y pérdida de gozo seguirá su curso.

El Cristiano de Romanos 8 

Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte. Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios. (Romanos 8:1-8)

Luego de haber batallado a través de la dura enseñanza encontrada en Romanos 6 y 7, entramos en la brillante luz de Romanos 8, un capítulo lleno de promesas y exhortación, bien conocido por todos los Cristianos que atesoran la Palabra de Dios. Pero, debemos reconocer que este mensaje positivo está dirigido a aquellos que han aplicado las verdades que Pablo ha explicado hasta este punto.

Obviamente, Pablo está deseoso de seguir adelante luego de su intenso examen del pecado interno. Mientras lées a través de esta carta, puede ser que quieras saltar al capítulo 8 también y apoderarte de todas las promesas que este contiene. Sin embargo, asumir que Romanos 8 nos aplica, aunque “andamos conforme a la carne” y tenemos “nuestra mente en la carne”, es un grave error. El contraste entre el Hombre R7 y el Cristiano de Romanos 8—Hombre R8—no puede ser más dramático.

Ante todo, el Hombre R8 se ha movido más allá de la condenación. “Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). La culpabilidad y remordimiento que uno siente cuando el pecado domina nuestra vida no es algo en lo que deseamos permanecer. No es parte de nuestro “evangelio alegre”. Sin embargo, si estás infestado por el pecado interno, estás caminando conforme a la carne y tienes tu mente fija en la carne, entonces ese sentimiento de culpa debe ser un factor de preocupación en tu vida. Es parte del paquete. Tú no podrás eliminar la convicción que sientes y convertirte en un Hombre R8 hasta que exitosamente te involucres en lo que de seguro será una intensa batalla para vencer al pecado interno. La culpabilidad y la incomodidad que sientes es un regalo de Dios. Proviene de Su “bondad” y “nos guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4).

Al tomar esta posición, debemos reconocer que hay “condenación”—la palabra utilizada por Pablo es la forma mas severa de juicio—que puede entrar en la vida de un Cristiano. Esto no es para sugerir que este es el mismo tipo de juicio que aguarda a aquellos que son incrédulos. La palabra Griega—katakrima—no necesariamente significa condena eterna. Más bien, Pablo se refiere al juicio adverso (una traducción más literal) que proviene de continuar en pecado siendo creyentes o no-creyentes.

Algunos sugieren que tal juicio no jamás puede caer sobre aquellos que vienen a la fe que salva y utilizan a Romanos 8 para respaldar esto. Al hacer esto, ellos severamente debilitan y representan incorrectamente el mensaje vital de Pablo. Tristemente algunos van al extremo de ofrecer apoyo injustificado e ilimitado a Cristianos que continúan en pecado. Ellos interpretan incorrectamente y enseñan de Romanos 8 de una forma que puede causar que un Cristiano se sienta cómodo mientras anda “de acuerdo a la carne” e ignore la clara enseñanza a través de la Palabra de Dios que indica lo contrario—especialmente en ese pasaje.

El Niño Escarmentado

Culpabilidad y condenación son precisamente lo que Pablo estaba expresando y describiendo cuando él derramó todo acerca de su experiencia Hombre R7. La solución que él ofrece para el dilema de Hombre R7 es no continuar “andando conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:4). El Hombre R7 permanece como un ejemplo y muestra que los hijos de Dios sufren grandemente y caen bajo juicio y convicción cuando desobedecen a Dios. Otro ejemplo de esto es evidenciado en el Libro de Apocalipsis, en la manera en que nuestro Señor le habla a las siete iglesias—particularmente a Laodicea: “Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete.” (Apocalipsis 3:19).

También pondera esta advertencia de Pedro: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si comienza por nosotros primero, ¿cuál será el fin de los que no obedecen al evangelio de Dios? Y si el justo con dificultad se salva ¿Qué será del impío y del pecador?” (1 Pedro 4:17-18).

Vemos este tipo de juicio en exhibición durante la agonía de David mientras estaba atrapado por su pecado. “Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano. ” (Salmos 32:4). Nosotros debemos esperar ser reprendidos y escarmentados si continuamos en pecado tal y como Pablo fue durante su experiencia como Hombre R7. Es una señal del amor de Dios por nosotros. Por otro lado, si tú no te sientes perturbado en tu interior, esto debe alarmarte con respecto a tu verdadera relación con Dios.

“además, habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige: HIJO MIO, NO TENGAS EN POCO LA DISCIPLINA DEL SEÑOR, NI TE DESANIMES AL SER REPRENDIDO POR EL; PORQUE EL SEÑOR AL QUE AMA, DISCIPLINA, Y AZOTA A TODO EL QUE RECIBE POR HIJO.” (Hebreos 12:5-6)

Meramente obtener perdón sin arrepentimiento decisivo, o tornarse del pecado, no marcará el comienzo de una “mente puesta en el Espíritu” incluyendo “vida y paz”. Lanzarse rebeldemente al lodo justamente después de haber sido limpiado es una acción de un niño severamente desobediente. No escaparemos fácilmente con esa actitud. Los hijos de Dios que se entreguen a la lujuria deben esperar un escarmiento, ser reprendidos o ser azotados. Inevitablemente, a los niños desobedientes les toca tan severa disciplina. Solo un padre ausente fallaría al no corregirnos por medio de cualquier método necesario.

En Cristo

Jesús enseñó, “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor,” (Juan 15:10) “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros.” (Juan 15:4). Pablo prefiere la forma abreviada “en Cristo” y utiliza esta frase o una variación de ella continuamente en sus escritos. Sale 37 veces solo en Efesios. Sin obedecer Sus mandamientos—lo cual mostraría que estamos permaneciendo en Cristo—no tenemos ninguna esperanza de madurar o de ser fructíferos. Si tú compulsivamente utilizas tus ojos para obtener una emoción sexual ilícita, entonces es seguro decir que estás andando “conforme a la carne” y no “en el Espíritu.” El profundo confort de Romanos 8 puede parecerte atractivo pero no se hará realidad hasta que tú pecado sea vencido.

En Romanos 8 Pablo deja claro lo que significa permanecer “en Cristo.” Durante su período como Hombre R7— abrumado por el pecado—él había quedado atascado en un aterrorizante y confuso laberinto de engaños. Esto ahora estaba detrás de él.

Reto: Que tú permanezcas esclavizado a la lujuria es tan inaceptable y destructivo como fue para Pablo estar esclavizado por su pecado. “Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gálatas 5:24). Cuando comiences a negarte a tus pasiones y deseos, y a eliminar la lujuria de tú vida andando de “acuerdo al Espíritu” y “permaneciendo en Cristo,” tendrás una idea del tipo de vida reservada para ti. Como Pablo, eventualmente estarás lleno de gratitud y gozo al mirar atrás a un tiempo cuando eras un Cristiano carnal—un Cristiano inmaduro—con lamento.

Comprender y aplicar las enseñanzas fundamentales de Pablo con respecto al pecado interno en Romanos 6-7 permite que Romanos 8 y las otras partes de sus escritos que mencionan la lujuria encajen bien. En el pasado, Romanos 8 era problemático para mi. Hasta que logré sobrepasar el pecado interno de la lujuria, simplemente no figuraba dentro de mi experiencia personal. Esto es porque yo había asumido equivocadamente que como Cristiano, yo estaba automáticamente calificado para no sentir condenación. Me convencí a mí mismo de que estaba vivo, no muerto; que yo estaba caminando en el Espíritu, no en la carne; y que habían buenas excusas para no experimentar gozo y paz. Sin embargo, Dios no ignoró mi pecado. En vez del gozo y victoria expresada en Romanos 8 y en pasajes similares, yo estaba estancado en la convicción y frustración expresada por el Hombre R7.

La Mente Puesta en La Carne 

“Porque la mente puesta en la carne es muerte” (Romanos 8:6). Este es el lenguaje sombrío. ¿Creo que había perdido mi salvación cuando estaba abrumado por la lujuria? No. Sin embargo, Pablo ya nos ha introducido a otro tipo de muerte. Continuar en pecado causa el tipo de muerte tan vívidamente ilustrada por el Hombre R7. Proviene de una mente puesta en la carne.

ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, 8 y los que están en la carne no pueden agradar a Dios. (8:7-8)

La verdad aquí es obvia en lo que respecta a los incrédulos, pero un Cristiano que se encuentre abrumado por la lujuria también debe verse reflejado en este versículo. Alguien que tenga su mente capturada por la lujuria aparentaría, bajo casi cualquier estándar, ser un claro ejemplo de alquien que tiene “la mente puesta en la carne,” sea Cristiano o no. De hecho, Pablo está enfocándose en lo que algunas traducciones más antiguas llamaron Cristianos carnales. El había utilizado este término para describirse a sí mismo durante su período como Hombre R7—“Yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo;” (Romanos 7:14-15).

Habiendo entrado en tú caminar Cristiano cuando naciste de nuevo, comienzas como un bebé, pero no debes quedarte ahí. Si lo haces, significa que estás siendo “hostil hacia Dios” y “no puedes complacer a Dios.” Alguien que tenga la mente puesta en la carne experimentará la muerte y la esclavitud al pecado aunque pueda ser un Cristiano. Es imposible para él hacer lo que debe hacer e incluso lo que desea hacer.

De nuevo, Pablo está haciendo eco de las enseñanzas de Jesús. “Si alguno no permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman.” (Juan 15: 6). Mi primera meta como Cristiano es asegurarme de que realmente estoy permaneciendo en Cristo—conectado a y agradable a Él.

Ayuda en Nuestra Debilidad

Adquirir el hábito reflexivo de dirigir nuestros ojos y pensamientos de tal modo que no nos deslicemos hacia el dominante pecado interno de la lujuria es una habilidad muy práctica y esencial. También es un acto de obediencia.

Nosotros no atravesamos por esta batalla solos. Tampoco debemos esperar volvernos tan fuertes que alguna vez podamos volvernos inconscientes del peligro que acecha. Pablo ofrece la siguiente exhortación.

Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios. (Romanos 8:26-27)

Muchos incorrectamente reclaman la promesa de Romanos 8:28, confiando en que “todas las cosas ayudan a bien,” aún mientras están profundamente en el estado de Hombre R7. Estar confundidos, sin una clara visión de la victoria y completamente abrumados por el pecado no es la manera como fue para aquellos a quienes Pablo les hablaba. En cambio, la promesa está dirigida a sus lectores quienes estaban en el camino correcto, permitiéndole escribir, “Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu,” (8:9).

La vida en el Espíritu significa que el Espíritu nos está ayudando en “nuestras debilidades”. Pablo se incluye a sí mismo en este comentario porque él reconoció que hasta él todavía estaba débil. El no anunció su victoria sobre el pecado interno, pero reconoció la victoria como una obra continua de Dios en su vida. Dios conoce nuestras debilidades y nuestra inclinación a pecar, “enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado,” (8:3).

¿Debemos Entonces Continuar en Pecado?

Pablo ha respondido de forma minuciosa y enfática la pregunta con la cual abrió Romanos 6-8. La respuesta es no. Como uno que estuvo atado por la lujuria, este pasaje me habla en una forma que ningún otro puede igualar. En vez de nosotros simplemente patalear en nuestro pecado, Pablo espera que nosotros maduremos y vivamos plenamente, libres, gozosos y poderosamente en victoria sobre el pecado. Nosotros debemos ser “más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. (Romanos 8:37). Regresar hacia y permanecer en pecado como Cristianos nos condenaría a un estado innecesariamente miserable.

El argumento que Pablo cuidadosamente presenta aquí es imposible de negar. No existe excusa alguna para continuar en la lujuria. Él utiliza tanto la zanahoria como el palo para resaltar su punto. Habiendo atravesado un pecado del mismo tipo o similar en su propia vida, Pablo aplica esto de manera contundente.

Reto: Reto: Presta atención a la enseñanza de Pablo en este poderoso pasaje acerca del pecado habitual. Continuar en la lujuria no puede ser ignorado o excusado. Es inaceptable para Dios y debe ser inaceptable para ti. El no te permitirá ignorar este tema. Es el camino incorrecto y lo sabes.

El Corazón de Dios 

Ya que Pablo en algún momento recorrió este mismo camino sombrío, él no trata este problema de manera simple o sin compasión. Al leer Romanos 6-8, observa que el mensaje de Dios para ti no es uno de enojo o juicio. En cambio, proviene de Su corazón amoroso. Un título adecuado para este pasaje puede ser “Un Padre firme y amorosamente corrigiendo a sus hijos.”

Puede servir de ayuda comparar este pasaje con Isaías 5 donde leímos como Dios se sentía respecto a Su viña bien cuidada. El mismo sentido de desesperación respecto a una viña estéril clama a través de este pasaje en Romanos. ¿Qué más puede hacer Dios por ti para que finalmente camines en novedad de vida? ¿Cuándo dejarás de permitir que el pecado reine en tu corazón y comenzarás a dar fruto de santidad? Dios está extendiéndote Su mano. El te invita a responder a Su amor sacrificial y a Su gracia.

Reto: Si estás atrapado en las garras del pecado interno de la lujuria, te exhorto a que pases mucho tiempo en Romanos 6-8, especialmente en los capítulos 6 y 7. Léelos una y otra vez hasta que comprendas la seriedad de tu condición y tu necesidad de ser hecho libre. No importa lo que hayas sido enseñado o como tu experiencia te haya doblegado, debes darte cuenta de que nuestro Poderoso Dios ha traído todo Su poder creativo directamente sobre tú situación. El ha hecho todo lo posible para establecer en ti nueva vida, para emplearte como un esclavo a la justicia plenamente desarrollado y para establecer una íntima comunión contigo. Recibir esto y caminar en ello es la única manera de salir de este miserable estado.

 

[i] Henry, Matthew. “Commentary on Romans 7,”  Blue Letter Bible, 1 Mar 1996. 2011. 21 Jan 2011.

[ii] William R. Newell(1868-1956, “Romans Verse-by-Verse” Christian Classics Ethereal Library, (http://www.ccel.org/ccel/newell/romans), Chapter 7

[iii] Ibid

[iv] William R. Newell, Romans Verse-by Verse, Chapter 6