¿Estás enseñando a tus hijos a vencer la lujuria? ¿No deberían todos los jóvenes estar equipados para hacer esto?
Tristemente, cuando era niño, no recibí tal entrenamiento. Peor aún, tampoco proporcioné tales instrucciones a mis hijos.
Aunque modelar el ejemplo y la oración son geniales—no son suficientes.
Hace algún tiempo, tuve el desafío de traducir lo que sé que es cierto acerca de la lujuria de una manera que pudiera hablar a los niños.
No escribo bien para niños No es mi don. Sin embargo, los primeros capítulos de Proverbios me inspiran y muestran una manera de hacerlo. Estos capítulos también demuestran que no debemos rehuir hablar directa y claramente con nuestros hijos sobre la sexualidad piadosa y el pecado sexual. Ellos necesitan saber.
Por esta razón, les ofrezco un poema. Lo he titulado, Mi Hijo, Mi Hija—No Peques de Lujuria.
Sigue el modelo encontrado en Proverbios—un padre hablando a su hijo. Está compuesto de cuatro partes. He aquí una muestra de cada uno:
Mi Hijo, Mi Hija
¿Por qué no seguirle?
¿Por qué no obedecer al llamado del Maestro?
¿Por qué deslizarse profundamente en el pecado resbaloso?
Mi Hijo
La lujuria lo llama—
él no puede negarse.
Lo ató fuertemente
lo ha hecho pequeño.
Ve cómo él corre—
él no puede esperar—
derrama su fuerza
vacía su vida
para aquellos que odian su alma.
Mi Hija
Mira profundamente en el espejo.
Lo que ves es solo un caparazón.
Esto no es lo que tu Padre ve.
Él penetra profundamente en el interior
buscando tu corazón
sondeando tu mente,
probando tu amor.
Mis Hijos e Hijas
No dejen que la lujuria reine en su corazón.
Es un pecado y no es para ustedes.
No intercambien diamantes por vidrio
o desperdicien sus vidas.
Porque la lujuria torcerá sus mentes
y atrapará su fuerza
retorcerá su alma
y robará su paz
convirtiéndoles en tontos
alejándoles de Dios.
Puedes leerlo completo aquí.
El poeta francés, Paul Valery, lo dijo bien cuando escribió: “Un poema nunca termina, solo se abandona”. Así que cierto— sigo retocando lo que escribí. También agradezco tu ayuda para mejorarlo si tienes ideas.
Por supuesto, enseñar a tus hijos a vencer la lujuria es más que ofrecer consejos. Es un taburete de tres patas:
Modelar. Tus hijos deben ver la pureza sexual demostrada por ti. ¿Estás viviendo una vida pura ante Dios y tus hijos?
Oración. Nuestros corazones deben estar rotos ante Dios al orar por nuestros hijos. ¿Nos atrevemos a lanzarnos a este perverso mundo sin orar fervientemente que permanezcan sexualmente puros?
Instrucción. Aunque modelar el ejemplo y la oración son geniales—no son suficientes. Te reto a levantarte, sé real y habla verdad.